Esta actividad consistía en proponer a los alumnos una composición escrita en la que incluyan el mayor número posible de palabras con B y con V. Hemos seleccionado las siguientes redacciones.
La voluntad
Hoy me levanté, tenía el pelo abultado, la boca seca, no veía nada, buscaba mis gafas por la
cuna del bebé, pero no lograba encontrarlas, poco
después de vestirme
de diario, con unos vaqueros
y una blusa, fui
a desayunar, bebí un vaso de leche y una buena tostada con
mantequilla. Poco después, de camino a la guardería, me encontré a una vieja vagando por el barrio, entonces me
pidió dinero para poder vivir, su vida era horrible, así que decidí
ayudarla, fui al mercado y le compré: berenjenas, bacalao, un bizcocho, buñuelos, helado de vainilla, verduras y una botella de agua. Aquella vieja de bonito rostro y muy amable, me lo agradeció muchísimo, en ese
momento sentí que con una pequeña voluntad había
alegrado el día de aquella mujer y el mío también.
Adela
Pavón, 1ºE
El viejo vehículo de Bruno Baena
Vi hace mucho tiempo en el viejo pueblo llamado “Vivanoveo” un
vehículo bonito pero muy viejo el cual era el más antiguo de los veinte que
había en esa localidad. El dueño vivía en la casa vigésimo octava de la calle
“Vistabuena”. Este se llamaba Bruno Baena. Bruno tenía unos bisnietos
buenísimos a los que les daba varios viajes al balneario de los baños públicos.
Un día el viejo vehículo de Bruno decidió no viajar más; las
ventanillas no subían ni bajaban, el volante no daba vueltas, el guardabarros
estaba mohoso, el ventilador no funcionaba, las bombillas de los faros e
intermitentes estaban fundidas y las ruedas estaban bloqueadas.
Así que fijaros como el viejo vehículo anduvo este tiempo. Bruno con
sus bisnietos decidió que volvería a comprar otro vehículo nuevo. Pero los
vecinos de “Vivanoveo” le convencieron que debería de arreglar el vehículo
viejo y así volver a hacer los mismos viajes que hacía con sus nietos y darle
otra oportunidad a ese vehículo. Y así fue, volvieron a viajar abuelos,
bisnietos y vehículo.
MARÍA JESÚS
ROLDÁN CASTRO
Había una vez dos niños llamados Bruno y Víctor, ambos con nueve años, que se decían amistosamente B y V. Un día nublado, tuvieron que jugar un partido, sabiendo que podría llover en cualquier momento.
Estaban allí veinte personas. No existía árbitro, así que se debatía entre todos el arbitraje,hubo varias muchedumbres enfadadas entre los dos equipos. El partido tuvo dos accidentes sobre la hierva. Uno se dobló un tobillo y el otro se partió una vena (cardenal). Ya estaban cansados así que volvieron a sus casas y B y V hicieron los deberes del libro, sobre alternativa.
Mario Jiménez León
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